El adiós es un sentimiento que siempre ha estado presente en nuestra corta e injusta vida.
Es una alusión al romanticismo, nostálgica, versátil, cruel, despiadada, melancólica, vengativa... pero por encima de todo, es humana, porque el vivir encierra al encuentro y despedida de otras vidas pasadas.
Insignificantes adioses se pronuncian a menudo cada día, pero solo decimos realmente adiós pocas veces en la vida. Un adiós definitivo de los que hieren al romper con una historia, con un sueño, esos que despiden para siempre, son infrecuentes. Adiós es una palabra muy antigua, derivada de la expresión arcana "a Dios seas" o "con Dios te encargo" y que cuesta tanto decirlo sin importar el idioma que se trate...
El adiós es una simple idea metafórica, una alusión común, y muy usada en el cine y la literatura; tan versátil o tan nostálgica como cruel... o tan melancólica como vengativa. Pero más aun, y por encima de todo, es profundamente humana, porque vivimos este mundo con un constante encuentro, pero sin dejar de sufrir irremediables despedidas.
Tarde o temprano lamentablemente, debemos decirle adiós a trozos de nuestra existencia; a la corta infancia, al viejo trabajo, quizá a una ciudad, a unos amigos, a la casa donde nacimos... Estas fracturas y cambios son dolorosos, pero sin embargo siempre traen consigo el recambio, porque si algo se pierde, un nuevo elemento lo reemplaza; otra ciudad, otra gente, otra actividad, otras labores... por eso, seguramente, sean más conmovedores que dolorosas las despedidas.
Existe, sin embargo, un adiós único, sin sustitución, huérfano de la ausencia que no deja sino vacíos. Momentos esenciales que mezclan despedida y valoración al mismo tiempo, porque suele ocurrir que sólo cuando algo se nos va para siempre es cuando se empieza a querer. ¡Cuánto daño hacen estos adioses!!! Pero más daño aún si llegan inesperada o sorpresivamente, y todavía más si no son correspondidos, porque dos no discuten si uno no quiere; pero en el adiós definitivo esto no se aplica, algo se rompe simplemente porque uno de los dos quiere, aunque el otro jamás lo desee.
Con o sin recambio hay que saber pronunciar ese adiós, y hay quien no acepta esa evidente y definitiva ruptura, quien anhela conservar todo lo que alguna vez fue suyo, quien se aferra desesperadamente a llevar en una mochila vital todo lo que se cruzó en su camino, sin importar si fue perfecto o simplemente lo hizo feliz por unos instantes. Ciertas personas guardamos esos objetos más allá de su valor e incluso de nuestra accesibilidad; cuando la mente, el espacio y la vida sean cruelmente limitados pro lo inalcanzable, y existe implacablemente, una censura por saturación: Romper, desprenderse y olvidar, no es siempre malo...
Pronunciar un digno adiós es lo más razonable cuando se despide lo que hiere, el adiós es certero si se brinda al analfabetismo, a las enfermedades, a un matrimonio devastador... Ojala la ciencia despida, en un día no tan lejano, otras amenazas cabales; y los políticos inmaculados digan como escribió alguna vez Hemingway, "adiós a las armas".
Mientras tanto, los muchos de ustedes que han sentido la herida que deja un beso o una breve carta de despedida, han de imaginar que las cicatrices de un adiós también nos enseñan a vivir...
PD: Tomado del foro TV-Camagüey (Cuba) bajo el consentimiento de su autor Vale 13.
Es una alusión al romanticismo, nostálgica, versátil, cruel, despiadada, melancólica, vengativa... pero por encima de todo, es humana, porque el vivir encierra al encuentro y despedida de otras vidas pasadas.
Insignificantes adioses se pronuncian a menudo cada día, pero solo decimos realmente adiós pocas veces en la vida. Un adiós definitivo de los que hieren al romper con una historia, con un sueño, esos que despiden para siempre, son infrecuentes. Adiós es una palabra muy antigua, derivada de la expresión arcana "a Dios seas" o "con Dios te encargo" y que cuesta tanto decirlo sin importar el idioma que se trate...
El adiós es una simple idea metafórica, una alusión común, y muy usada en el cine y la literatura; tan versátil o tan nostálgica como cruel... o tan melancólica como vengativa. Pero más aun, y por encima de todo, es profundamente humana, porque vivimos este mundo con un constante encuentro, pero sin dejar de sufrir irremediables despedidas.
Tarde o temprano lamentablemente, debemos decirle adiós a trozos de nuestra existencia; a la corta infancia, al viejo trabajo, quizá a una ciudad, a unos amigos, a la casa donde nacimos... Estas fracturas y cambios son dolorosos, pero sin embargo siempre traen consigo el recambio, porque si algo se pierde, un nuevo elemento lo reemplaza; otra ciudad, otra gente, otra actividad, otras labores... por eso, seguramente, sean más conmovedores que dolorosas las despedidas.
Existe, sin embargo, un adiós único, sin sustitución, huérfano de la ausencia que no deja sino vacíos. Momentos esenciales que mezclan despedida y valoración al mismo tiempo, porque suele ocurrir que sólo cuando algo se nos va para siempre es cuando se empieza a querer. ¡Cuánto daño hacen estos adioses!!! Pero más daño aún si llegan inesperada o sorpresivamente, y todavía más si no son correspondidos, porque dos no discuten si uno no quiere; pero en el adiós definitivo esto no se aplica, algo se rompe simplemente porque uno de los dos quiere, aunque el otro jamás lo desee.
Con o sin recambio hay que saber pronunciar ese adiós, y hay quien no acepta esa evidente y definitiva ruptura, quien anhela conservar todo lo que alguna vez fue suyo, quien se aferra desesperadamente a llevar en una mochila vital todo lo que se cruzó en su camino, sin importar si fue perfecto o simplemente lo hizo feliz por unos instantes. Ciertas personas guardamos esos objetos más allá de su valor e incluso de nuestra accesibilidad; cuando la mente, el espacio y la vida sean cruelmente limitados pro lo inalcanzable, y existe implacablemente, una censura por saturación: Romper, desprenderse y olvidar, no es siempre malo...
Pronunciar un digno adiós es lo más razonable cuando se despide lo que hiere, el adiós es certero si se brinda al analfabetismo, a las enfermedades, a un matrimonio devastador... Ojala la ciencia despida, en un día no tan lejano, otras amenazas cabales; y los políticos inmaculados digan como escribió alguna vez Hemingway, "adiós a las armas".
Mientras tanto, los muchos de ustedes que han sentido la herida que deja un beso o una breve carta de despedida, han de imaginar que las cicatrices de un adiós también nos enseñan a vivir...
PD: Tomado del foro TV-Camagüey (Cuba) bajo el consentimiento de su autor Vale 13.
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